sábado, 18 de mayo de 2013


LAS CONDUCTAS DISRUPTIVAS
Escrito : Mgter. Reneé Ysabel Viera Zapata
Sullana, 18 de mayo de 2013
El objetivo común de la familia y de la institución educativa es conseguir la formación integral y armónica de los niños y jóvenes. A lo largo de los diferentes estadios del proceso educativo. Estas dos fuentes de formación aportan en los primeros niveles educativos, referencias coherentes y suficientemente abiertas que les  permitan integrarse en la cultura y en la sociedad.

Es obvio que ambas líneas de actuación han de incidir en una misma dirección para garantizar la estabilidad y el equilibrio del niño, pues  son factores indispensables para una adecuada formación.

Si bien “educar es tarea de padres y maestros”, los docentes, en  la escuela nos quedamos  asombrados, cuando apoyados en la teoría de la madurez infantil creemos que en esta etapa ya no habrá conflictos porque los jóvenes han superado la edad de la socialización, tienen dominio de su cuerpo, son cooperativos, autónomos, gozan de pensamiento lógico y son capaces de controlar sus emociones  y en las aulas nos  enfrentamos a  todo lo contrario.

Así pues, la  disrupción en las aulas constituye una preocupación más directa y la fuente de malestar más común para el docente. Normalmente se manifiesta en forma de conflicto entre  iguales o entre alumno y profesor, quien emplea más tiempo en el control de la disciplina y el orden  puesto  que los alumnos problemas distraen su atención y a los demás.

Las  conductas disruptivas o inapropiadas dentro del aula (levantarse a destiempo, hablar cuando explica el profesor, juguetear, comer en clase, etc.), de manera descontrolada, interfieren gravemente en el aprendizaje de la mayoría de los estudiantes de nuestras instituciones educativas; por eso, estas conductas pueden definirse como las que “producen ruptura; desestabilización brusca de la convivencia” (Fernández, 2001), suelen ir contra la norma y pueden ser tachadas de indisciplinadas, entorpecen  la enseñanza y repercuten  gravemente en el aprendizaje de los alumnos de la clase. Esta categoría puede también asimilarse a la etiqueta de conductas externalizadas (Kazdin y Buela y Ceosal, 1996) que son conductas psicológicas problemáticas de diversa intensidad y pronóstico que pueden conducir a inadaptación escolar.

Todas estas conductas disruptivas los van haciendo inseguros en su actuar, débiles para controlar sus emociones o impulsos, causándoles un desequilibrio en su persona, resultándoles complicado hacer frente a  sus responsabilidades como alumnos.

La escuela es una organización altamente ordenada, con todo tipo de convenciones, normas, valores, procedimientos, marcados todos  ellos por el modo del hacer cotidiano. También se nutre de forma estándar para la distribución de espacios, de tiempo y de agrupaciones de alumnos. Además se consolida sobre unas expectativas en el comportamiento y los conocimientos que los alumnos han de adquirir, mantener y perpetuar en futuras generaciones. Esta diversidad de características se encarga de juzgar una conducta como aceptable o no. (Watkins, 2001).

Los maestros debemos tener una actitud abierta, reflexiva, cooperante: elegir normas viables más que planificar sanciones o castigos.

Si logramos motivar a todos los alumnos y mantenerlos organizados, valorados y comprometidos, lograremos la interacción adecuada para crear un clima de enseñanza – aprendizaje constructivo.

En todas las  instituciones  educativas, estas conductas inadecuadas son  muy marcadas en los alumnos y alumnas, rompen fácilmente  las  normas,  parece que  no entendieran el verdadero sentido del “deber ser” a pesar de saber que al no cumplirse éstas, deben ser  amonestadas.

La solución es prevenir y desde nuestro compromiso como docentes tutores, la realidad  nos exige la aplicación de programas psicopedagógicos, con diseño y planificación acorde a las necesidades del contexto y que respondan a los objetivos propuestos (Gómez, 1991). Como experiencia a este problema de disrupción en las aulas;  desarrollé una   investigación que llevó por título:
 " Efectos de un programa psicopedagógico de desarrollo emocional en la reducción de conductas disruptivas de los alumnos del nivel secundario de una Institución Educativa de Sullana", cuyos resultados  los presentaré en siguiente artículo.